En el noveno episodio de la serie de televisión El décalogo, su director y guionista, el polaco Krzysztof Kieślowski, presenta a una joven que desea operarse del corazón, ya que una enfermedad le impide cantar. El médico le pregunta cuál es su repertorio, y ella le contesta que Bach, Mahler y sobre todo el compositor holandés van den Bundenmayer. “—¿Le conoce?”, pregunta por este último. El médico le contesta que no, y cuando vuelve a su casa pone un disco del compositor.
En el guion original, la música que escuchaba el doctor era de Mahler, pero en el último momento, Kieślowski decidió que sonara una obra del mencionado autor holandés. El fragmento se podía escuchar durante el suficiente tiempo como para que, tras el estreno de la película, muchos preguntaran a Kieślowski por van den Bundenmayer, casi desconocido hasta ese momento. Incluso, el Instituto Británico de Música quiso incorporarlo a su enciclopedia de compositores.
Ante la expectación, el director decidió utilizar más música de van den Bundenmayer en sus siguientes películas, como La doble vida de Verónica, sobre un texto de la Divina Comedia de Dante, y la trilogía Tres Colores. En esta última se vuelve a citar al compositor de forma expresa, incluso sale un retrato suyo, ya que uno de los protagonistas es un músico que escribe una Canción para la unificación de Europa, clave durante todo el metraje, inspirado en Bundenmayer y con texto de una carta de San Pablo a los Corintios.
El resto de la música de la película había sido escrita por Zbigniew Preisner. Cuando el disco con la banda sonora salió a la venta, los créditos citaban tanto a Preisner como a van den Bundenmayer.
Cuando el interés por van den Bundenmayer fue a más, Kieślowski desveló el secreto. El compositor holandés nunca había existido. Realmente se trataba de una pequeña broma que habían ideado él y Preisner. La música de Bundenmayer había sido escrita por este último.
Kieślowski había necesitado para El decálogo el nombre de un compositor desconocido, y como le encantaba Holanda, le asignó esa nacionalidad. Había preguntado en la embajada holandesa en Polonia qué apellidos allí eran más comunes en los siglos XVII y XVIII, donde ubicó temporalmente a su personaje, y el elegido fue van den Bundenmayer. Ante el interés generado, el director creó una biografía ficticia e incluso un catálogo de títulos con sus correspondientes números de opus.
Kieślowski falleció en 1996, con tan solo 54 años, y a su memoria le dedicó Preisner su obra no incidental más conocida Réquiem por mi amigo que posteriormente se utilizaría como banda sonora de La gran belleza o de El árbol de la vida. De esta última, Preisner llegó a decir que la integración de su Lacrimosa era tan perfecta con la imagen que parecía haber sido escrita para esa escena.
Tras la muerte de su gran amigo Kieślowski, Preisner decidió enterrar a van den Bundenmayer, y no volvió a componer más bajo ese alter ego.
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