El Crescendo

La tertulia hollywoodiense llena de músicos europeos.


El Crescendo
Anuncio del profesor de canto Lazar S. Samoiloff

El Club Crescendo nada tiene que ver con Gioachino Rossini, conocido en su época como Signor Crescendo por los célebres crecimientos orquestales de sus óperas. El Crescendo era, en realidad, un club privado de música que abrió sus puertas en los años cuarenta del siglo XX en Los Ángeles.

Su fundador fue el barítono ucranio Lazar Samoilovich Kvashay, conocido como Lazar S. Samoiloff, que llegó a Hollywood huyendo de la guerra después de hacer carrera operística por Europa. También fue profesor de canto.

Al igual que él, muchos otros intérpretes y compositores europeos encontraron en tierras norteamericanas no solo un refugio seguro para su integridad física sino una forma de ganarse la vida dando conciertos o componiendo bandas sonoras para los grandes estudios.

Una vez al mes se daban cita en la sala para cenar y conversar nombres tan importantes como los de Stravinsky, Schönberg, Alma Mahler, Rubinstein, Rachmaninov, Stokowski, Heifetz, Iturbi, Rozsa, Copland… No solo hablaban, y discutían, de Música Clásica, sino que también tenía cabida el jazz, con algunos músicos tocando en directo en conciertos abiertos al público. Y de vez en cuando se organizaban conferencias impartidas por miembros de este selecto club.

Para generar cercanía, se pedía a los asistentes que se tutearan y se llamaran por el nombre de pila. Pero cuando alguien se acercó a Schönberg y le preguntó “Herr Professor, ¿puedo llamarle Arnold?” el autor dodecafónico contestó. “Con Herr Professor me conformo”. Schönberg reduciría su asistencia por no soportar la tonalidad de la música que allí se escuchaba.

En otra velada acudió la soprano Anne Brown, que había estrenado años atrás el papel de Bess en el Porgy and Bess de George Gershwin. Un crítico musical que frecuentaba el Crescendo con su novia montó un escándalo quejándose de que el club permitiera la entrada de personas negras como clientes, y no exclusivamente como artistas. Samoiloff invitó al crítico a no regresar nunca más a su local.

En 1943 se organizó un concurso para elegir la mejor nueva obra compuesta por uno de los miembros, con un primer premio dotado con 200 dólares.

El club tuvo un final muy poco musical. Justo enfrente del local había una casa de citas, muy frecuentada por soldados de permiso. Muchos de ellos se confundían y entraban al club, por lo que Samoiloff terminó llamando a la policía. La madame contratacó y denunció al barítono por dar sin permiso clases de canto en su casa, que tuvo que abandonar. El Crescendo terminó cerrando poco después.


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