El magnetismo animal de un cristalófono

Un objeto de cristal cuya audición te hipnotiza (literalmente).


El magnetismo animal de un cristalófono
Armónica de cristal

El uso de objetos de vidrio para generar sonidos está documento desde hace siglos en China, Japón o Persia. Pero fue Benjamin Franklin al que se le atribuye la paternidad de su mejor prototipo. El inventor y científico, en el tiempo libre que le permitía la fundación de los Estados Unidos o la invención del pararrayos, creó y bautizó en 1761, imaginamos que con agua, la armónica de cristal.

Hasta entonces, el sonido cristalino se obtenía a partir de un conjunto de copas de cristal de diámetros variables y llenas de distintas cantidades de agua o vino. Al pasar el dedo por su borde superior se generaban las distintas notas musicales.

Partiendo de esa idea, Franklin unió varios objetos de vidrio a modo de cuencos en un eje que se movía circularmente mediante una correa accionada por un pedal, similar al mecanismo de una máquina de coser. Es ahora el instrumento, y no la mano del intérprete, el que gira, por lo que este solo tiene que poner sus dedos en el cristal/nota correspondiente.

En 1803, el musicólogo Joseph-Louis Roger alertó en su “Tratado sobre los efectos de la música en el cuerpo humano”, que el sonido de la armónica de cristal era tan melancólico que su escucha podía causar el abatimiento y el desmayo en menos de una hora.

Entra ahora en escena Franz Anton Mesmer, un médico vienés venido a rico tras el matrimonio con su acaudalada novia. Mesmer había desarrollado una teoría científica llamada “magnetismo animal”, conocida después como mesmerismo, que explicaba la capacidad de influir o curar a otra persona mediante el pensamiento. El antecedente directo de la hipnosis.

Mesmer había escuchado un concierto con armónica de cristal y se había quedado maravillado del dulce sonido generado, muchos lo consideraban angelical, y, sobre todo, por la sugestión que generaba entre el público. No tardó entonces en utilizar la armónica de cristal como medio para hipnotizar a sus pacientes, así que se convirtió en un gran interprete del cristalófono. Una de sus pacientes fue la pianista y compositora austriaca Maria Theresia von Paradis, ciega desde los tres años y que al parecer recuperó parte de su visión tras un tratamiento con Mesmer.

Se calcula que en el tiempo de auge de la armónica de cristal, entre finales del XVIII y principios del XIX, se construyeron cerca de 4000 instrumentos y diversos autores compusieron unas 400 obras musicales.

Su desuso vino de los rumores de locura en la que caían sus intérpretes con el paso del tiempo, pero no por su sonido celestial sino supuestamente envenenados por el plomo que contenían los vasos.

Por eso, Donizetti decidió incluir la armónica de cristal en la escena de la locura de “Lucia di Lammermoor”, pero hoy en día, ante la dificultad para encontrar instrumento e instrumentista, se sustituye por dos flautas. Lo mismo sucede en el Aquarium de El Carnaval de los Animales, de Saint-Säens, habitualmente sustituido por un glockenspiel.

Pero sin duda, la obra más famosa compuesta para la armónica de cristal es el Adagio y Rondó K. 617 de Wolfgang Amadeus Mozart, escrita pocos meses antes de su muerte.

Por cierto, Mozart y Mesmer se conocieron en persona, siendo el médico un mecenas del salzburgués, a la vez que también lo fue de Haydn. La terapia de Mesmer quedó unida a la historia de la ópera cuando Mozart la referenció al final del primer acto de su “Così fan tutte”, cuando Despina, disfrazada de médico, utiliza un gran imán para curar a dos enfermos imaginarios con estas palabras: “Esto es un trozo de imán, la piedra que el gran doctor Mesmer descubrió en Alemania, y luego se hizo tan famosa en Francia.


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